“Repensando lo público hoy: notas de urgencia” por Mª Lourdes González-Luis

Autora: Mª Lourdes González-Luis

Universidad de La Laguna

Ante la pregunta clave: ¿qué es la innovación pública?, hemos descubierto que la pregunta por el propósito resulta la más útil para convocar una conversación abierta sobre este campo. La respuesta concreta a la pregunta -que conecta a actores diversos y que invita a la acción-, sería: es la que responde a retos públicos.  Es importante aproximarse a los ODS de forma crítica y reflexionar sobre su sentido desde cada contexto. Todo ello desde el redescubrimiento de ‘lo común’ como motor imprescindible para la transformación. Los cuestionamientos de partida en torno a la innovación en el terreno de la gestión de políticas públicas hoy han de apostar por el para qué, el cómo, y el quéde la innovación pública, lo que implica que es mucho más que innovación en el sector público. La innovación representa un ecosistema de interactuaciones y su mediación y finalidad no ha de ser otra que la mejora y dignificación de la vida de los colectivos a quienes va dirigida. La innovación pública o es social o no es.

Artículo enviado como contribución al “Manifiesto de innovación pública desde las universidades”.

Foto de  Gabrielle Henderson en Unsplash


“Innovación ciudadana desde las aulas: Aprendizaje-Servicio” por Nuria Portillo Poblador

Autora: Nuria Portillo Poblador Cátedra Govern Obert – Universitat Politècnica de València Desde las aulas, cada día las profesoras y los profesores tenemos la oportunidad de innovar en la manera que nuestro alumnado aprende y para ello debemos plantearles actividades de aprendizaje en los que deben conjugar los contenidos de las asignaturas y el entorno, la propia realidad, para desarrollar competencias propias de las asignaturas y competencias transversales. Si se introduce un segundo objetivo en las actividades de aprendizaje, de manera que éste sirva para mejorar la sociedad o sea un servicio directo o indirecto a la sociedad, a la ciudadanía o a determinados colectivos, habremos conseguido varios retos:
  • Que nuestro alumnado aprenda
  • Que aprenda para la vida real
  • Que se involucre en la sociedad
  • Que plantee su aprendizaje enfocado al colectivo al que le será útil
  • Que conozca otros entornos sociales a los que de otra manera no se acercaría
  • Que genere innovación en el aprendizaje haciendo permeable el aprendizaje en las aulas hacia la sociedad
Ahora bien, este proceso no es sencillo, supone un cambio en la manera de aprender y enseñar, un reto para estudiantes y profesorado que no siempre se está dispuesto a asumir. Además, es importante tener en cuenta que el tiempo de las aulas no es el mismo que el de la sociedad y es necesario pulir aristas. La innovación pública desde la universidad es un reto y una oportunidad que debe aprovecharse. Fomentar las sinergias, hacer permeables las aulas, estar a disposición de la sociedad y todas esas cuestiones, que además de aparecer en los planes estratégicos de las universidades, deben ponerse en marcha a gran escala provocando innovación esperada y no esperada. Como ejemplo tres proyectos en marcha en la crisis del Covid-19 desde la perspectiva de la Agenda 2030:
  • Periodismo de datos y datos abiertos. Alumnado del Grado de Gestión y Administración Pública
  • Tu investigación con datos abiertos. Alumnado del Grado de Ciencia de Datos
  • Proyectos que recogen y gestionan datos en centros educativos
Fotografía de Felicia Buitenwerf en Unsplash

“Los laboratorios universitarios innovadores alma mater fuera y dentro de la institución” por Amir Al Hasani Maturano

Autor: Amir Al Hasani Maturano

Universidad de las Islas Baleares.

La realidad tecnológica, económica, y social, reclaman una gobernanza competente ante los flamantes desafíos. La inherente definición de gobernanza propone como propósito, un desarrollo económico social e institucional sólido, asimismo, un equilibrio entre el Estado y la sociedad. De hecho, las crecientes demandas ciudadanas están aventurándose con la creación de laboratorios de innovación, en aras a una innovación del sector público. Conviene destacar que entre sus precursores describen al factor político –liderazgo en la gestión de políticas públicas-, y, al factor metodológico – construcción de técnicas innovadoras-, los aspectos claves para el desempeño de los laboratorios. Sin olvidarnos de la progresiva digitalización de la ciudadanía impulsada por las TIC´S, lo que ha conllevado una apertura de canales de participación ciudadana en los procesos de diseño o implementación de políticas públicas. 

Ante este escenario, aplaudimos la creación de estos laboratorios de innovación, y su necesidad de inmersión en la universidad. En efecto, buena parte de su éxito, deriva de las capacidades de experimentación con un presupuesto diminuto, junto al testeo de proyectos pilotos sin escollos. Aunque cabe resaltar, su éxito en su metodología, tras incorporar a la ciudadanía en los procesos de toma de decisiones, una unión gobernantes-gobernados. Al ser espacios para experimentar nuevas formas de gestión pública, mediante la apertura de canales de participación y colaboración. En nuestro caso, sería un complemento al aprendizaje en la comunidad universitaria. Ya que las universidades prestan un servicio a la sociedad; la innovación puede ser el camino a su eficacia.

¿Por qué no aplicamos los laboratorios en las clases universitarias?

A pesar de las posibles reticencias o barreras a su inserción en las universidades, consideramos que plantear desafíos reales a los estudiantes, puede ser una forma útil de atraer su atención. Además de facultar un trabajo de grupo, tan importante en las profesiones de nuestros días; también la creación de vínculos de confianza social entre el alumnado, sumamente importantes en la ética profesional.  Así,  nos permite acoplar una mirada poliédrica de la realidad, analizando la problemática de hechos, desde varios puntos de vista –lógicamente sin omitir los contenidos teóricos de las asignaturas-.  Todo ello, con la misión de trabajar en el diseño de una solución experimental, en pocas palabras: ¿qué y cómo lo diseñamos?

Ciertamente, la creatividad y la originalidad se desarrolla por conjunto en los estudiantes; evitando el miedo individual a los posibles comentarios despectivos.  Consideramos que refuerza claramente el compañerismo, tanto por la colaboración en grupo, como por pensar en lo público, tan necesario. La democracia diariamente se define filosóficamente, pero no siempre se experimenta directamente. La sociedad del conocimiento requiere vías distintas ante futuras amenazas. Los laboratorios en la universidad, permitirá profundizar y perfeccionar la preciada transferencia de conocimiento.

Este espacio abierto de experimentación, nos permite conocer el aprendizaje como tal. El ensayo-error, como derecho a explorar o probar –con una base de aprendizaje -, presentaría posibles soluciones a problemas colectivos públicos. La meta es la introducción científica a la política pública y al discurso público. Necesariamente acudiendo a los avances tecnológicos, como un espacio de deliberación digital. Por otro lado, la universidad de cara a la sociedad, también permitiría desarrollar la investigación y experimentación de nuevos modelos de gestión pública, una gobernanza co-diseñada, para una sociedad de la información y el conocimiento más plural.

La comunidad universitaria tenemos una oportunidad de avance,  siendo un servicio que conecta los contenidos teóricos de las materias con el fomento de una cultura participativa pública. En este punto, los laboratorios podrán desarrollar competencias propias de la asignatura y competencias transversales. Colocándola como un servicio público de calidad, haciendo permeable el aprendizaje de las aulas a la sociedad.

Fotografía de Creedi Zhong en Unsplash


“La universidad que podría ser” por Ricardo Antón Troyas

Autor: Ricardo Antón Troyas ColaBoraBora La universidad como lugar desde el que lanzar preguntas, abordar la complejidad y contribuir a la validación, desarrollo y transferencia del conocimiento emergente e instituyente. La universidad como dispositivo de aprendizaje e investigación libre y abierto, que produce y utiliza infraestructuras y herramientas epistemológicas libres y abiertas y que genera conocimiento libre y abierto. La universidad que quiere ser porosa, dialógica, híbrida y mestiza; que busca y potencia relaciones otres; que tiende puentes entre la investigación básica y la experimentación situada, entre lo duro y lo blando, combinando saberes, inteligencias y disciplinas. La universidad como laboratorio vivo de tecnología, ciencia y sociedad, que también es taller en el que cacharrear, txoko en el que cocinar, huerto en el que cultivar y plaza en la que jugar. La universidad que se expande más allá de la academia, que sabe sacar partido desde la reciprocidad, tanto al conocimiento formal y homologado, como a los saberes informales y heterodoxos. La universidad que es ágora para una nueva ciudadanía en lugar criadero de trabajadores especializades; escuela de soberanías interdependientes en lugar de factoría de espejismos y simulacros. La universidad que sabe reconocer valor y rigor más allá de su propio sistema de legitimación de títulos y acreditaciones. La universidad que se rebela frente a su creciente burocratización, estandarización, instrumentalización y empresarialización. La universidad que no se pliega sobre si misma (ni sobre quienes la financian). La universidad más allá de la universidad. La universidad que sale a la calle e incorpora la calle a la universidad. La universidad también de (desde-en) la calle. La universidad que es pública, o en todo caso, está orientada y al servicio de la generación de valor público. La universidad que es catalizador de innovación pública, abierta, social y ciudadana.
Artículo enviado como contribución al “Manifiesto de innovación pública desde las universidades”. Foto de Toa Heftiba  en Unsplash

“Visibilizando las periferias” por Jorge Min Hui Zhou Zhou

Autor: Jorge Min Hui Zhou Zhou  IFMSA-Spain; UGR Creo que uno de los mayores obstáculos que enfrenta la universidad es la de presentarse como parte de la sociedad en su conjunto más que como acople de aquellas élites pensantes que pueden parecer desde fuera. Guardo un recuerdo con ilusión. Una mañana, nos informaron en el instituto de una ponencia en la casa de la cultura de mi pueblo, dada por un físico de la Universidad. Un investigador, ¿aquí? ¿Qué nos tendría que contar? Fue una hora muy interesante, y no fue hasta después de un tiempo que recordé este caso aislado como un camino a seguir. Tristemente, la vida cultural de un pueblo puede dejar que desear en algunas ocasiones, y ahí están las oportunidades de transformación. En saber las necesidades que puede tener aquel territorio más alejado del medio urbano, y entrar en una dialéctica de transformación mutua. A este respecto, me siento orgulloso del trabajo de la Universidad de Granada, y su política de extensión universitaria, pues ha sabido llevar a cabo una integración con su medio que ha ido mejorando a lo largo de sus años. Por poner casos concretos, el Día de la Ciencia y la Feria del Libro ofrecen oportunidades a los investigadores y estudiantes universitarios a ser fuente de transferencia directa de conocimiento a la sociedad; el Cineclub universitario es lugar de encuentro de todas las generaciones de Granada; los servicios deportivos de la universidad; la incorporación de Alumni a la comunidad universitaria o la implementación de cursos formativos en el resto del territorio provincial reafirmando la importancia de la implicación de la sociedad como parte de la universidad. Creo que son experiencias que pueden ser recogidas y tenidas en cuenta para la elaboración de un marco estratégico que tenga en cuenta los niveles macro, meso y micro en los que poder trabajar, estableciendo metas para poder palpar el resultado de nuestro accionar. Un último ejemplo que quería dar es el de la Red Emancipa en Brasil, formado por personas de la universidad que pretenden dar importancia a las periferias, y aquellas minorías no siempre presentes en las instituciones. Desde esta, se ha logrado mover un curso online con más de 15000 inscripciones abordando la pandemia desde un punto de vista colectivo, haciendo un repaso de aquellos aspectos socioeconómicos, además de movilizar a miles de personas en los barrios más desfavorecidos en iniciativas de ayuda mutua. Esperemos que todo esto se transforme en voluntad política real con poder de transformar. Artículo enviado como contribución al “Manifiesto de innovación pública desde las universidades”. Foto de Caleb Jones  en Unsplash

“Colaboración universitaria: desde la Innovación Social a la Innovación Pública” por Emilio Ricci

Autor:  Emilio Ricci, Janett Guerrero Universidad Católica del Norte (UCN); Plataforma de Innovación Social Si bien el rol de las universidades en su tercera misión, ha dinámicamente otorgado mayor legitimidad en un proceso de natural expansión –redefiniendo- desde los tradicionales límites de la enseñanza y la investigación en la tarea de otorgar y asegurar recursos intelectuales para el desarrollo del capital social de un país; transitando con decidida responsabilidad, al mejoramiento del bienestar y la calidad de vida de las personas y las comunidades. Es así que, en este tercer milenio, han aparecido en las casas de estudios superiores, términos como emprendimiento social, innovación social, defiendo una amplia gama de actividades que transitan desde el trabajo comunitario, voluntariado, instituciones públicas, hasta involucrar a algún tipo de empresas –privadas- que han declarado, especialmente su objetivo final, a ámbitos sociales; resolviendo diversamente, el tan bullado “beneficio económico”. Del mismo modo, la confianza institucional que otorgan las instituciones universitarias permiten al estado considerar soluciones que pueden transformarse en política pública, considerando que estas – las políticas públicas, son acciones gubernamentales con objetivos de interés en lo público y que, deben surgir, de decisiones respaldadas de procesos diagnósticos y factibilidad; y en lo posible, estas, debieran ser propositivas y no tan solo, reactivas – como tal vez, ocurre constantemente, especialmente, en estos momentos. En las actuales necesidades sanitarias, económicas y sociales, en las cuales la humanidad transita, se hace más necesaria una transformación profunda, del accionar competitivo de las instituciones y legitimar coherentemente la defensa del bien común -garantizando condiciones sociales, libertades, justicia social, paz y una no menos importante equitativa distribución de bienes materiales esenciales- Artículo enviado como contribución al “Manifiesto de innovación pública desde las universidades”. Foto de  Luca Laurence en Unsplash

“Innovar en y desde las universidades” por Sara García Cuesta

Autora: Sara García Cuesta

Profesora de la Universidad de La Laguna, España

Innovación es un término muy polisémico y está de moda para todo. Es normal partir de cierta desconfianza ante términos manidos. Por ello pienso que para que sea útil en lo que creo que quiere conseguir, la mejora de las universidades (en muchos sentidos), habría que visibilizar claramente qué es innovador y qué es definitivamente algo a desechar, o a repensar hacia otra cosa. Y hasta esa meta es un objetivo innovador, porque en la Universidad muchas veces hay rigideces tan asumidas que ni las vemos. En un entorno donde cuesta tanto que la maquinaria se mueva, creo que el primer ejercicio para pensar la innovación en la Universidad sería aquél que propiciara que la comunidad educativa, todos sus agentes, se implicaran en definir qué factores no contribuyen y cuáles sí lo hacen (o podrían contribuir) a la mejora de nuestro entorno. Desde luego, para hacer eso no se puede utilizar sólo una encuesta -la típica encuesta cerrada y limitante- sino que habría que trabajar en profundidad con una metodología multiestratégica, que no es innovadora en el ámbito de las ciencias sociales, pero sí es innovadora en su aplicación en entornos jerárquicos, compartimentados y burocráticos como este.

Tal y como yo lo veo, la innovación para la mejora requiere una estrategia que implique que: a) la comunidad esté de acuerdo en qué es Innovación y qué les gustaría mejorar a través de los procesos de innovación. b) entender que estamos en una nueva etapa histórica, en la que la Universidad es una más de las fuentes de conocimiento. Y que tenemos que hacer llegar a la sociedad y a la propia comunidad universitaria el mensaje de que el conocimiento que aportamos tiene una base sólida, que no puede ser puesta al nivel de los influencer del youtube. Porque eso es lo que está pasando actualmente.

Creo que estamos en un punto de inflexión en el que nos va mucho en recuperar el valor de la Universidad, de la ciencia y de su metodología, como factores que marca la diferencia en el desarrollo de un conocimiento válido y útil. Pero sería bueno asumir que ese valor debe también incorporar la autocrítica sobre los errores, los sesgos y otros funcionamientos de la Universidad y de la Ciencia. Limitaciones que han
contribuido históricamente a su cuestionamiento actual (no solamente es efecto de la postverdad y las fake news de las redes). Autocrítica por un lado, pero destacando también lo positivo de la historia y las contribuciones de la Universidad.

Entendiendo esto, creo que la innovación en la Universidad no puede enfocarse solo a la obtención de productos, sino que debe incorporar también un enfoque interpretativo, que dé valor al proceso. Es decir: ¿Cómo se hacen las cosas que se hacen? ¿y cómo se pueden hacer mejor? En este sentido, creo que es importante en todo este proceso que asumamos o detectemos algunas cuestiones que pueden
ser innovadoras. Por ejemplo, me parece importante asumir: a) que contamos con los recursos humanos y materiales con los que contamos (y visibilizar cuáles son). No partir de escenarios irreales. b) que es posible que necesitemos otros (y los detectemos y valoremos). c) que formamos parte de un entorno social y territorial, y que las acciones que realizamos y podemos realizar para ese entorno deben entenderse parte de nuestra función. d) que necesitamos romper dinámicas obsoletas con creatividad y con la cooperación de todos los agentes educativos. e) y que necesitamos aprender para innovar, y que eso también forma parte de nuestro trabajo.

Sobre los puntos c y e, puntualizo algo fundamental: entender la innovación como recurso, trabajo, valor, implica que no sea un voluntariado más (uno más entre tantos que nos secuestran el tiempo y la calidad). Una parte importante del profesorado está  saturado de cargarse de horas laborales que no aparecen en ningún sitio. Creo que esto puede ser extensible también a parte del alumnado, el más implicado, saturado de estar en todo. Reflejo estos dos colectivos porque somos los que no tenemos horario. Nuestras tareas no se localizan en horarios concretos y los procesos tecnológicos que se nos requieren no están teniendo en cuenta la realidad de un tiempo y espacios finitos.

Por ello, apunto un último elemento que me parece serio: es fundamental que se reconozca en términos de nuestro trabajo (agentes educativos en general) la necesidad de formarnos para innovar, para generar espacios diferentes entre compañeros/as (no de competencia, sino de cooperación) y estudiantes (no de evaluación, sino de aprendizaje cooperativo). Para mí esta es la clave para que los procesos de innovación no sean entendidos, como lo son tantos ya sobre nuestros hombros, como un voluntariado más, añadido a una gestión y a una investigación que apenas se reconocen y a una docencia saturada en no pocas áreas de la Universidad. Es decir, la innovación, para ser comprendida como un elemento transformador, debe formar parte de la capacidad de aumentar la eficiencia de nuestro trabajo en la vida cotidiana, mejorar el aprendizaje del alumnado, y generar mejor clima, mejor ambiente, en toda la comunidad.

Sobre los procesos de innovación en igualdad en la Universidad, un punto y aparte, señalo que me parece una buena noticia que el Ministro de Universidades plantee la necesidad y obligación en las universidades de incorporar formación para la igualdad. Es algo que venimos pidiendo e intentando en muchos escenarios, las personas que hemos tenido algunas responsabilidades de gestión en igualdad, o bien, que trabajen en estos temas.

En la ULL se llevó a cabo un I Plan de Igualdad 14-17 con una metodología muy innovadora, basada en la construcción colectiva de ejes y prioridades, en la que participaron muchísimas personas, representantes de todos los colectivos de la universidad. Y con un diagnóstico de partida muy elaborado. Este proceso permitió que el Plan -consensuado colectivamente- fuera aprobado sin cuestionamiento, a pesar de los explícitos rechazos a estas cuestiones en no pocos ámbitos de poder de la Universidad. Me parece fundamental que toda cuestión innovadora en la Universidad pase por un proceso de transparencia, democratización y consenso en la comunidad, que facilite su desarrollo -a pesar de las reticencias que pueda encontrarse en las cúpulas. No siempre, pero a menudo, estas cúpulas son reticentes a lo nuevo, simplemente por una desconfianza a lo desconocido y no tanto por cuestiones de interés o ideológicas…prejuicios que habría que romper con las dinámicas de innovación.

Artículo enviado como contribución al “Manifiesto de innovación pública desde las universidades”.

Foto de Med Badr Chemmaoui en Unsplash


“La innovación pública: una herramienta para construir una gobernanza democrática y deliberativa” por André-Noël Roth D

Autor: André-Noël Roth D

Lider Grupo de Investigación Análisis de las Políticas Públicas y de la Gestión Pública (APPGP) y Responsable GobLab

La revolución numérica o digital en curso genera transformaciones sin precedentes, no solamente en la economía (e-negocios) y la producción (innovaciones tecnológicas y organizacionales), sino también en las condiciones, formas y medios de intervención administrativa, incluido el sector público. Términos como gobierno electrónico o en línea, gobierno abierto y gobierno digital son sintomáticos de los cambios en curso. En particular, las barreras de acceso a la información, saber-poder tradicional de la administración pública, se desvanecen o se transforman profundamente. La administración pública tradicional (moderna), cerrada, jerárquica, unitaria, secreta, basada en rutinas y una cultura administrativa rígidas, que fue diseñada para garantizar una igualdad formal de los ciudadanos ante la norma, es hoy inadecuada e incapaz de hacer frente a los desafíos y problemas públicos contemporáneos. Lo mismo se puede decir de la Nueva Gestión Pública (o New Public Management), la cual tuvo entre sus objetivos principales la reducción del tamaño del Estado y la disminución del gasto público en los servicios públicos con el fin de “liberar” la sociedad de la “tutela” asfixiante de las burocracias públicas. Pretendía aumentar la eficiencia de las políticas de provisión de bienes y servicios públicos (salud, educación, etc.) mediante la extensión de la lógica de mercado y la competencia generalizada entre instituciones e individuos. La crisis del COVID-19 muestra que la aplicación de esta receta eficientista en la gestión sanitaria ha sido un error mortífero por la organización de la rarefacción de las necesidades básicas de materiales de protección y de cuidados en caso de emergencia sanitaria que causó.
Así, es preciso que la gestión pública se adapte a las nuevas condiciones culturales, económicas, sociales y políticas generadas por el cambio tecnológico, el cuestionamiento a los procesos de globalización y las aspiraciones a una mayor participación ciudadana y a una mayor autonomía y soberanía sobre nuestras vidas individuales y colectivas. En los últimos años, conceptos como la gobernanza democrática o colaborativa, la transparencia, la inclusión, el empoderamiento, la participación y la deliberación de la ciudadanía se han impuesto como una evidencia en la gestión.
El Estado y la política no pueden quedar ajenos a estas transformaciones, y la coyuntura actual es una oportunidad para democratizar el poder y la gestión pública. A los procesos de innovación social y tecnológica en curso, le debe corresponder un proceso de innovación en las formas, prácticas, instrumentos e diseños institucionales de las administraciones públicas: esto es la innovación pública. Es preciso reinventar las intervenciones del Estado aceptando la falta de conocimiento como un punto de partida para un proceso experimental e iterativo de desarrollo. La actualidad nos muestra que la tecnología puede ser usada o para reforzar la vigilancia de la ciudadanía y construir un Estado vigilante y autoritario, o para construir gobiernos más democráticos y participativos.
Es hacia esta segunda opción que debe apuntar la innovación pública, ofreciendo a la gestión pública una renovación de sus instrumentos y procesos para entregar bienes y servicios públicos adecuados no solo para la ciudadanía, sino con ella, en un contexto de reforzamiento muy necesario de la cultura y de las instituciones democráticas (ideas de co-producción, de co-creación o creación colectiva). Se trata de desarrollar iniciativas de construcción de espacios que permiten que la academia pueda jugar un papel de interfaz entre diferentes tipos de saberes: científicos (academia), institucionales (Estado, administración) y locales o propios (ciudadanía, organizaciones sociales, empresas). El papel de estos espacios consiste en analizar, proponer y experimentar estrategias y diseños político-administrativos innovadores, para favorecer la emergencia y el descubrimiento de nuevas soluciones a problemas públicos siempre más complejos. Al mismo tiempo, son espacios y prácticas que facilitan la apropiación social del conocimiento por su énfasis en la importancia de la participación e empoderamiento de las poblaciones (los involucrados) en los procesos político-administrativos desde una perspectiva transdisciplinar. En particular, se busca favorecer soluciones innovadoras partiendo de los puntos de vista de los mismos usuarios (investigación centrada en el usuario/ciudadano). Generalmente, estos espacios usan el potencial existente en las tecnologías digitales (TIC) para facilitar tanto la participación de diversos actores como una circulación y transmisión más horizontal y democrática de la información y del conocimiento.
Eso implica el diseño de una nueva institucionalidad pública para la gobernanza de los asuntos públicos. A la postre, estas acciones públicas serán más legítimas, efectivas y democráticas porque basadas en la acción colaborativa (Estado-academia-sociedad civil-empresas) de los actores involucrados y en la diversidad y mestizaje de los saberes existentes. Adicionalmente, la gobernanza genera incentivos para el desarrollo y consolidación de una cultura política basada en la negociación, el compromiso, la confianza y el respeto mutuos en reemplazo de las relaciones de fuerza, de competencia y de desconfianza hacia el otro. En este contexto, la academia, y en particular las ciencias sociales, pueden aportar su experticia por sus conocimientos y metodologías en investigación social para orientar y garantizar la legitimidad de los procesos deliberativos públicos (p.e. Conferencia de consenso, jurado ciudadanos, metodologías participativas, etc.).
En este sentido, hay que entender el concepto de laboratorio más como un escenario de construcción de conocimientos y saberes, y como fuente de innovación (un “innovatorio”), que como un mero espacio físico. Se pretende así experimentar y definir nuevos procesos y diseños político-administrativos colaborativos para una formulación, implementación o evaluación más efectiva de las acciones públicas. Se espera así incidir positivamente en el desempeño de los gobiernos y de las administraciones públicas nacionales y territoriales para una gobernanza democrática.

Artículo enviado como contribución al “Manifiesto de innovación pública desde las universidades”. 

Foto de  Christopher Burns en Unsplash


“La universidad como aglutinante del tejido social, ante los nuevos desafíos que demanda la inclusión, equidad e igualdad social” por Adolfo Marchesini y Jerónimo E. Formica

Autores: D.G. Adolfo Marchesini – D.I. Jerónimo E. Formica

Centro de Innovación y Desarrollo (CID). Facultad de Artes y Diseño. Universidad Nacional de Cuyo. Mendoza. Argenina

Desde la Facultad de Artes y Diseño (FAD) de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO) de la ciudad de Mendoza, Argentina, reconocemos más que nunca, en estos momentos que la realidad mundial cambió, los conceptos de inclusión, equidad e igualdad de oportunidades cobran aún mayor significado. Momentos en los que la sociedad expone más visiblemente las diferencias de acceso a las necesidades básicas y aquellas otras que permiten garantizar los derechos a la salud, educación y al sostén económico de sus individuos.

Ante un nuevo escenario cambiante e incierto, creemos que el rol de la educación pública deberá fortalecer vínculos entre los diferentes actores de nuestro tejido social, asegurando la inclusión e igualdad de oportunidades para nuestros estudiantes y docentes. Este cambio de expectativas deberá considerar a esta práctica de la enseñanza aprendizaje adecuada a las circunstancias, teniendo en cuenta sus posibilidades tecnológicas, su situación social, familiar y de hábitat.

EL reto actual, en donde las universidades deberán reajustar sus perspectivas y estar atentos a los cambios de los escenarios que nos proponen estos nuevos paradigmas de reflexión sobre qué modo y con qué métodos se deben enfrentar estos desafíos que nos presenta la pandemia mundial y nuestra realidad económica regional donde la desigualdad y la pobreza aumentaron en forma significativa desde la década del 90 hasta nuestros días.

Ante esta realidad contextual nos hace repensar constantemente el rol de la universidad como parte de ese ecosistema, un rol mucho más participativo integrador con el medio regional, pasar a ser el referente en crear espacios y proyectos centrados en la innovación social de esa comunidad y su desarrollo. 

Un desarrollo pensado como parte del proceso que establece e interrelaciona la formación de capacidades económicas, sociales y culturales que permiten al individuo, como parte de una sociedad o institución, evolucionar en el sentido de una concepción mental previa sobre su futuro. El logro de un objetivo tan amplio y complejo como es el desarrollo territorial requiere, de la implicación de toda la comunidad, tanto en su concreción como en la previa realización de su planteamiento. Estos acuerdos deben darse desde una postura consensuada entre la universidad, los sectores productivos, organizaciones sociales, el Estado e integrantes de los territorios cercanos. Por ello, para que las universidades puedan hacer frente a estos nuevos desafíos de inclusión, equidad e igualdad de oportunidades en nuestro tejido social, deben aportar aún más aumentando el vínculo interinstitucional, creando espacios mutuos de exploración e innovación social, fuertemente enfocados en el desarrollo territorial. La FAD, cuenta con su Centro de Innovación y Desarrollo (CID), recientemente creado, como parte del Plan Estratégico Institucional, Tecnológico y de Innovación de la Universidad. Este Centro busca vincular, la academia con las realidades sociales regionales; afianzando este rol social participativo que debe tener hoy en día la universidad en una región determinada.  

Artículo enviado como contribución al “Manifiesto de innovación pública desde las universidades”.

Foto de  Elyssa Fahndrich en Unsplash


“Plan de conocimiento abierto de la UOC” por Pastora Martínez Samper

Pastora Martínez Samper no hace llegar un texto perteneciente a la tesis de la introducción del Plan de conocimiento abierto de la UOC: 

“Nos encontramos ante unos retos globales de nuevas dimensiones, la mayoría relacionados entre sí y recogidos en gran parte en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. La Agenda 2030 define 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS) y 169 metas específicas que los países deberán tomar como referencia para conseguir un mundo sostenible desde ahora hasta 2030 (Asamblea General de las Naciones Unidas, 2015). Para contribuir a la consecución de la Agenda 2030, el conocimiento es uno de los elementos clave. Conocimiento generado gracias al pensamiento y la investigación. Conocimiento que hace crecer a las personas por medio del aprendizaje. Conocimiento que es transferido a comunidades y entidades. Conocimiento con el que cada cual, desde su actuación individual y colectiva, contribuye a un futuro más sostenible. Las universidades, como espacios de generación, transformación, evolución y transferencia de conocimiento, tanto mediante la investigación y la innovación como mediante la formación, desempeñan, por lo tanto, un papel primordial a la hora de contribuir al desarrollo sostenible. De hecho, por primera vez en una agenda política internacional, se reconoce y se exige la necesaria contribución de las instituciones de educación superior para avanzar en el camino de la sostenibilidad global. Y no solo eso: son espacios privilegiados y únicos para hacer avanzar el conocimiento y para hacer progresar a nuestras sociedades. Sin embargo, actualmente nos encontramos con diferentes obstáculos que impiden sumar y compartir conocimiento con eficiencia y eficacia. Uno de los obstáculos principales es la dificultad para acceder a gran parte del conocimiento, ya que de una manera u otra está «cerrado» y no circula libremente. Esto tiene unos efectos importantes sobre la calidad y la eficiencia de la producción y la transferencia de conocimiento, ya que cuanto más abiertas son la creación y la transferencia de conocimiento, más posibilidades se generan de enriquecerlo y consolidarlo. Por otra parte, el conocimiento está en todas partes, tanto en individuos como en colectivos e instituciones no académicas, pero son escasos los mecanismos de los que disponemos para reunir y conectar este conocimiento. Así pues, cada vez son más las muestras que denotan la necesidad creciente de renovar el sistema de generación y transferencia de conocimiento para dotarlo de más legitimidad a la hora de transformarlo en un sistema más poroso y participativo.” 

Artículo enviado como contribución al “Manifiesto de innovación pública desde las universidades”.

Foto de  @plqml // felipe pelaquim en Unsplash